Con frecuencia los padres no comprenden la importancia de tener una participación activa en el crecimiento de sus hijos. La mayoría de las veces esto ocurre debido al desconocimiento de la mecánica que subyace al desarrollo cognitivo, conductual y afectivo del niño. Si bien este último posee un reloj biológico que paulatinamente activa el desarrollo de sus diversas capacidades, sin la ayuda de los padres los niños no podrían afrontar este crecimiento de manera efectiva.

El habla es una de esas habilidades en potencia que aparece en los niños alrededor del primer año. No obstante, la adquisición y el desarrollo del lenguaje dependen en gran medida de la interacción entre el infante y sus padres, debido a que estos son su primera conexión directa con lo social, y el lenguaje es inminentemente social.

Al respecto, la Dra. Lorena Pizarro, especialista en neurología infanto-juvenil indica que “el lenguaje es una capacidad potencial innata, pero que se desarrolla en la medida que la exposición sea significativa emocionalmente”, lo cual consigue establecerlo en la memoria.

Principales teorías

Son muchas las perspectivas psicológicas que teorizan sobre el desarrollo del lenguaje, entre las cuales destaca en primer lugar, el conductismo skinneriano. De acuerdo a este, el lenguaje se adquiere a través del modelado y el reforzamiento. Esto revela la importancia de la presencia de los padres en el proceso de aprendizaje del lenguaje, ya que sin unos modelos a los cuales imitar, el niño no podría aprender idioma alguno (Berk, 1999).

En segundo lugar, resalta la teoría innatista de Chomsky. Este autor sostiene que en los niños existe un dispositivo innato de adquisición del lenguaje, el cual debe ser activado por un estímulo verbal del ambiente. Su postura también da luces sobre el tema central que nos compete: la importancia de una estimulación ambiental directa para la adquisición del lenguaje, la cual viene, sin duda alguna, de la participación activa de los padres (Berk, 1999).

En tercer lugar, se encuentra la perspectiva interaccionista, la cual enfatiza la relación entre las predisposiciones internas y los estímulos ambientales. De acuerdo a esta postura, el desarrollo correcto del lenguaje se lleva a cabo en presencia de un ambiente rico lingüísticamente, ya que esto les permite a los niños descubrir las funciones y características del lenguaje. Además, si son estimulados por sus padres a través de juegos, lecturas y otras técnicas lúdicas de aprendizaje, podrán poner en práctica todo el aparataje cognitivo que poseen (Berk, 1999).

La importancia de la afectividad

Si bien es importante la estimulación cognitiva, es mucho más efectiva cuando se acompaña de un vínculo cariñoso y comprensivo con los padres.

La Dra. Pizarro señala que este vínculo afectivo ayuda a captar la atención del niño en las cosas importantes, además, permite un cambio en la bioquímica del cerebro infantil, segregando los neurotransmisores que facilitan el aprendizaje y la memorización.

En esta línea de ideas, se defiende la importancia del reforzamiento positivo para el establecimiento de ciertas conductas, entre las cuales se ubica la conducta verbal. Debido a esto, es importante que los padres estimulen cognitiva y afectivamente a sus hijos durante el proceso de adquisición y el desarrollo del lenguaje. A través de gestos cariñosos, recompensas como dulces, caritas, salidas al parque o juegos, es posible activar los centros neuronales del placer en el cerebro del niño, fomentando el interés en el aprendizaje y facilitando la memorización.

Paso a paso

Los niños no emiten palabras comprensibles hasta después del primer año de vida, sin embargo, los padres deben conocer la importancia de hablarles durante este periodo, a pesar de que no reciban respuestas. El habla hacia niños se diferencia del habla de adultos debido a su tono ascendente y entonación exagerada, esto con la finalidad de atraer la atención e iniciarse en la familiarización de las palabras básicas para comunicarse: mamá, papá, hermano, agua, hambre, sí, no, entre otras.

Durante el primer año de vida el niño emite dos tipos de balbuceo (Carrol, 2004):

Reduplicado: aparece a los 6 o 7 meses y consiste en repetir una secuencia de la misma consonante y vocal, como tatata.
Heterogéneo: aparece a los 12 meses y consiste en pronunciar cadenas de sílabas y vocales diferentes, como bigodabu.
Luego del primer año los niños poseen la suficiente madurez cognitiva como para expresar palabras conocidas y usadas en su contacto con los adultos.

Mientras avanza su capacidad simbólica, van comprendiendo la semántica y pragmática de las palabras, además, por medio de la relación continua con los padres, adoptan hábitos prosódicos, un tono de voz propio y las reglas básicas de comunicación, como las reglas del buen hablante y del buen oyente.

Para estimular el desarrollo del lenguaje e involucrarse afectivamente con sus hijos, los padres pueden utilizar herramientas como la lectura de cuentos para practicar la pronunciación, el uso de signos de puntuación, los turnos de habla, el concepto de las palabras y el significado de oraciones o párrafos, de una manera didáctica y divertida.

El uso de la tecnología, es un gran aliado al momento de potenciar las habilidades psicolingüísticas debido a que permiten metodologías que involucran audio, imágenes o video que favorecen la estimulación. En este sentido, aplicaciones como Kidint, ofrecen una ayuda completa a los padres por medio de e-books interactivos especialmente desarrollados para promover la lectura y la integración de lenguaje de manera creativa en niños de 1 a 8 años.

Bibliografía:

Berk, L. (1999). Desarrollo del niño y del adolescente (4ta Ed.). Madrid, España: Pearson Educación.

Carrol, D. (2004). Psicología del lenguaje (4ta Ed.). Madrid, España: Ediciones Thomson.